martes, 30 de marzo de 2010

Una historia...


Una historia bonita.


Una vez que el falleció nunca volvio a utilizar esos cincuenta pesos que le daba mi abuela, los cuales siempre invertía, cuando llegaba a salir a dar un paseo por el vecindario, en una botella de agua, yogurt, gelatinas y alimentos bien sellados, por su propia salud era lo único que su organismo aguantaba.


Un año después, en su chamarra favorita encontraron aquella cartera donde siempre guardaba esos cincuenta pesos, los últimos que no pudo gastar...


Mi abuela lloró.


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